26 de gener 2007

“Es cierto, al final del túnel hay luz…”

SANT CRUZ DE TENERIFE ANA MENGÍBAR

Llovía intensamente aquélla mañana de enero. Mientras esperaba a que la cafetera terminara de preparar el esperado café, sentada en la soledad de la mañana que comienza, tuve en mis manos una hoja de papel, blanca y grande, en la que, sin lápiz ni bolígrafo, se habían escrito lindas frases.

Aquélla hoja había quedado sobre la mesa después de una intensa tarde de tareas y preparación de exámenes. Como cualquier tarde del curso escolar, en cualquier familia con estudiantes en su seno.

El café ya estaba listo. Aquél vapor intenso y el abundante aroma inundaban la cocina. Sentada a la mesa, mientras ponía azúcar a la taza que me había servido, mi mano se deslizó por aquélla cosquilleante hoja de pronunciados puntos y mi pensamiento caminó aceleradamente hacia la tarde anterior. Tarde de martes en la que descubrí que la luz existe al final del túnel. Pude verla. Sentí que me iluminaba el alma, que estaba allí, que existía.

Con la tranquilidad que se tiene cuando vas bien de tiempo, recordé los años en los que presa de la angustia y la desesperación, vivía en un constante sin vivir. Recordé cómo había llegado a perder la ilusión, como todo a mi alrededor era negro, como todo a mi alrededor lucía negro y sin luz.

Mentalmente repasé el lento caminar. La lenta recuperación de fuerzas para seguir adelante, para superar, para asumir…, para vivir.

Y volví a la tarde del día anterior. Volví al momento en el que sentí su claridad, su brillo, sentí la intensidad con la que lucía. Allí estaba. La había encontrado. La luz que siempre soñamos ver al final de cada túnel, me había salido al encuentro. Aquélla tarde la pude ver resplandecer, reflejada en el rostro de Alex, radiante de felicidad y amor por su hermano, al que enseñaba, exigiéndole atención, las primeras nociones de braille. Intensos momentos en los que le decía, con un inmenso cariño, lo fácil que llegaría a ser y lo cómodo que le resultaría estudiar, cuando dominara tanto el braille como el manejo de las diversas herramientas, que ya bien conoce, porque forman parte del mobiliario de nuestra casa.

Parecía que oía su voz diciéndole: “¡Toca bien! ¿qué puntos son? ¡fíjate!”… “Tienes que aprender para seguir estudiando, te va a hacer falta saber braille pronto”.

Eran un conjunto de serenas frases que dirigía a su hermano. Emotivas frases que reflejaban cómo habíamos aceptado lo que había sido, hace unos años, un gran problema y que ahora es sólo una circunstancia más.

Aquélla mañana fría, de aquél día de enero, me deleitaba recordando la alegría dibujada en la sonrisa de Alex y el reflejo, en sus apagados ojos, de la felicidad. Visión clara y evidencias suficientes, que me hicieron comprobar que efectivamente existe la felicidad al final de los problemas, por duros que puedan aparentar ser.

Mi café seguía allí, sobre la mesa, esperando a ser degustado, junto a él una pequeña bandeja con galletas y algún dulce navideño.

¡Qué bien huele, qué bien saben!.

2 comentaris:

Unknown ha dit...

amiga, vivir dentro de su corazon es un gozo,ver como ves tu la vida da animos, que no los pierdo desde luego, pero tus frases enseñan mucho.

mil besos y gracias por estas lineas

Anònim ha dit...

Esta chica es puro aroma......de felicidad !!!!!