Infancia, un lugar prioritario en tiempos vividos y por vivir
LLEIDA TOÑY CASTILLO
La infancia es ese lugar donde al hacernos adultos recurrimos una y otra vez.
Es el lugar donde sembramos nuestros recuerdos y en la cosecha de la vida, es la savia que alimenta nuestras ilusiones y añoranzas.
Todo lo que ocurre en los primeros años de nuestro existir queda para siempre depositado en un baúl, en un rincón de nuestra estancia mas interna, y al sacar el polvo que los años acumulados tras velas de cumpleaños , una y otra vez recordamos lo guardado por significativo, lo retenido por miedo a escapadas, lo doloroso por incomprensión.
La infancia no siempre es recordada por ser etapas lúdicas de engranajes de sonrisas y de manos pintadas de blanco, hay infancias marcadas por un mirar a través de ventanas que no se abren, de cristaleras que aíslan cámaras de prevenciones. Hay infancias donde el pelo brillante vuelve a salir después de tiempos de espera.
Sí, hay infancias que marcan la soledad que sólo produce la rotura de esta, por tener que crecer de manera obligada.
Esto es bien conocido en hospitales, lugares donde enfermedades adquieren el protagonismo entre pasillos y tratamientos. Un hospital es un mundo de emociones y en la vida de un niño vivencias con huellas.
Hace unos días visitaba un colegio; hablaba de las necesidades educativas de los niños cuando están ingresados, al terminar la charla con los alumnos, se me acercó un chico de 12 años y me dijo:
Yo he estado en el Aula Hospitalaria contigo y destapándose el brazo me mostró una cicatriz en él. Cierto, la cicatriz recordaba su paso por un quirófano pero el acercarse a mí me mostró en presente su maleta de vida.
Pero también hay pasos hospitalarios que dejan cicatrices escondidas ocultas por el temor a lo desconocido o por la esperanza en el mañana.
Hay enfermedades que su mismo nombre nos hace esconder muecas de posibles sonrisas aún sociales.
Enfermedades oncológicas, enfermedades graves, enfermedades que pueden curarse pero que comportan desgarros en la cotidianeidad del niño, de la niña, de esos juegos en plazas, de esa escuela de deberes en mochilas sobre ruedas.
Mas sabemos que la importancia de la actitud positiva del niño puede ayudar a enfrentarse a su proceso de curación con una predisposición favorable y sabemos que la normalidad es parte imprescindible para ello. Por ello, las aulas hospitalarias son un recurso para aportar granos de vitalidades conocidas.
El paso por el hospital de un niño, de una niña; nunca es un paso más en la escalera que le conduce al baúl de sus momentos, una enfermedad en un niño es un pequeño cofre dentro del baúl. Afortunadamente muchas son las personas que trabajan en Pro de la Infancia, en Pro de los Derechos de los Niños, en Pro de los Derechos de los Niños Hospitalizados, en pro de los niños. Si estos firmaran este artículo desearían dejar constancia de la necesidad de ser niños en cualquier lugar donde se encuentren y darían las gracias a todas las personas que lo hacen posible.
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