D’AQUÍ I D’ALLÀ: 16-9-05
Un nuevo curso escolar donde brotó una nueva página en la vida de un niño…
TENERIFE
ANA M. MENGÍBAR
Era un día de septiembre. Empezaba un nuevo curso. Un niño lloraba. Empezaba primero de primaria. Entre los demás niños de su clase parecía uno más, pero no era así.
El preescolar había sido un rotundo fracaso. Llegaba a primero reconociendo únicamente la letra i, ya que según él mismo decía: "tiene un puntito". No sabía de letras, ni de números, no hacía rayas ni puntos, sólo sabía jugar ni había adquirido, tan siquiera, el hábito de estar sentado haciendo deberes.
Y llegó el momento de entrar a clase. En la puerta, aquélla profesora de voz cálida, gesto dominante y una dulce sonrisa en los labios. Se notaban, en su tono y en sus formas, sus años de experiencia.
Aquélla tarde, el niño llegó a su casa diciendo: "mami, mi seño me va a enseñar". Era la primera vez que el niño mostraba interés por saber, y en sus ojos brillaba una luz especial. Esa noche, mientras su padre le leía un cuento, se sentó en la cama y preguntó: "papá, ¿esta es la letra a?". En él había surgido el interés en el primer día de clase.
Pasaron los días y aquélla profesora convocó a los padres recabando su ayuda. Veía en el niño a un ser capaz de salir adelante y sacar los cursos. Ella era consciente del bajo nivel con el que llegaba el alumno y comentó: "vamos a plantearnos primero y segundo como dos períodos en los que, al final, debe estar, al menos, como la media de la clase" y siguió: "si no conseguimos los objetivos en primero no importa, cuando acabe segundo veremos los resultados si lo trabajamos". Ana María seguía su proceso de cerca, le animaba y le daba la confianza que no había tenido antes en el colegio. Tuvo mucha paciencia con él y le demostró mucho cariño. Todos esos ingredientes juntos pronto empezaron a dar resultado. Como ella misma había pronosticado, el primer curso lo acabó muy forzado, pero en segundo ya se pudieron ver mejores resultados.
Han pasado cuatro años, acabó curso a curso toda la primaria y este año comienza en primero de secundaria. Es un niño motivado, con ganas de saber y con ganas de estar entre los mejores de la clase.
Sus padres están convencidos de que todo ello es gracias a la impagable labor de Ana María, continuada luego por otras dos excelentes profesionales. De no haber estado allí, de no haber asignado al alumno a su clase, probablemente seguiría desmotivado, y con retraso escolar.
Ana María es el ejemplo de la constancia, del amor por la enseñanza, del compromiso con el alumno, del convencimiento de que "poder es querer"…, de profesionalidad y calidad humana.
Se podrían llenar folios con calificativos, pero creemos que el más bonito es el de "maestra", porque lo es de verdad, porque lo demuestra en la práctica. Y como el mejor reconocimiento profesional que se puede tener es el que certifica los resultados en los casos difíciles, se ha de decir muy alto que la profesionalidad en la enseñanza tiene nombre propio: se llama Ana María Hernández y es profesora del Colegio Echeyde I en Tenerife.
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