Olas: agua en pieles que hidratan descansos y deseos
LLEIDA TOÑY CASTILLO
Se termina agosto y con él se regresa al bullicio de la costumbre; al ir y venir de pasos bajo la atenta mirada de relojes impacientes. Ellos, controladores de las horas marcadoras de días, adquieren protagonismo al adueñarse del ritmo de nuestros requiebros, rutinas y sueños.
Septiembre llega cabalgando al trote decorando con múltiples dinteles, los trabajos que marcan inexorablemente nuestros cometidos. Septiembre, lugar de prisas de compromisos y estandartes. Septiembre, lugar sin tregua que impide viajar a estancias con olor a mares en calma, a montañas altas, a lagunas con parajes y brisas.
Hoy siento como mis ropas se colocan minuciosamente en mi armario, como mis zapatos cambian su horma para acoplarse nuevamente a mis pies, preparándose para volver a caminar en espera de un año sin salitre.
Septiembre se eleva deshaciendo y haciendo maletas de anhelos amontonados tras el anterior invierno.
Se termina agosto y no sé si estoy adormecida o simplemente que el descanso fue un sueño o una realidad bella.
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