04 d’octubre 2006

Los cayucos y las palabras… (II)

MÁLAGA EDURNE ALBAR

Entre los inmigrantes del último período, sobre todo, al llegar, en la tierra de sus sueños no encontraron gran cosa para alcanzar una dignidad que en sus países se les había negado. No, durante un tiempo sirvieron para lo que habían sido reclutados: para ser esclavizados.

Los súper civilizados, empezaron a sentirse agobiados por la variedad de colores de piel y telas. A la gente de aquí, con la excusa o la razón de religiones integristas, que la generación de mis padres también padeció, las miradas se les volvieron torvas y el miedo empezó a atenazar a los que sólo sirven para títeres manejados por perversos tirititeros mediáticos. Los políticos de antes y los más recientes que habían de salvarnos de todo, empezaron a negar rutas, a desechar personas, a dar vueltas con las palabras vacías, dando tumbos, ni dar solución al problema agravado por el feroz cinismo de algunos gobernantes africanos. Una vez abandonadas las bellas palabras, les queda nada. Sólo la medición de los muros, la gente y los caminos.