Tiempo efímero: el largo camino hacia la humanizació
LLEIDA IAN NABOURIAN
Llevo varios días escuchando noticias sobre lo efímera que es la vida en nuestro planeta. Apenas tengo treinta y cinco años y me cuesta percibir mi propia existencia como algo próximo. Retroceder a la infancia representa toda una vida y si prescindo de la objetividad científica, el pasado y el presente, todo cuanto puedo percibir objetivamente existe porque yo existo. Mi vida consciente representa la magnitud para entender el mundo. Todo se divide en un antes de mi nacimiento, que conozco a través de documentos históricos y lo que sucede durante mi existencia que sencillamente percibo con mis sentidos.
Esa es la magnitud humana pero después me toca enfrentar a la magnitud geológica en la que mi existencia no supone ni una billonésima parte de un segundo cósmico. Incluso en la escala geológica ciento cincuenta mil años no son prácticamente nada, quizás un segundo, y esos son los años que nos separan de nuestros antepasados más cercanos. Según todos los indicios cinco mil individuos abandonaron el sureste de África huyendo de un largo período de sequía, para atravesar después el mar Rojo y encaminarse hacia Asia y Europa y con posterioridad al resto del planeta. Es curioso que cinco mil personas con hambre y sed dieran lugar a seis mil millones de seres humanos. Si retrocedemos aun más en el tiempo asistimos a cataclismos que han acabado varias veces con gran parte de la vida terrestre. Ninguna de ellas se han circunscrito al período de existencia humana, lo cual me hace plantear cuan jóvenes e inmaduros somos. Surgimos de una mutación casual en un momento reciente para ese reloj cósmico y aun seguimos suspendidos en la incertidumbre, mientras el segundero va avanzando lenta pero incesantemente.
Sería fascinante poder visualizar de manera acelerada todo ese período: ver la formación de la primera molécula, su mutación a formas más complejas, la evolución de las especies hasta llegar a la nuestra. Ver la diáspora de los cinco mil individuos y la creación y destrucción de civilizaciones hasta nuestros días. ¿Y que sucedería si aceleráramos toda nuestra vida desde el nacimiento hasta hoy, para así ver nuestros errores y aciertos? Tanto en un caso como en el otro surge una pregunta: ¿Realmente cambiaría algo? Siempre llego a la misma conclusión: Nada cambiaría. Los avatares de la humanidad cómo los de cada uno de los individuos que la componen siempre están guiados por la inexperiencia. Venimos de un ayer muy reciente, tan reciente que prácticamente podríamos decir que aun caminamos a gatas, y aunque mucho hemos avanzado, mucho queda por andar. Hasta ahora nos hemos contemplado como sujetos solitarios, nos hemos llamado humanos, sencillamente como un concepto de adscripción a una especie, pero justo ahora comenzamos a vislumbrarnos como un todo común. ¿Teniendo en cuenta nuestra juventud como especie, es posible entonces que realmente aun no seamos humanos sino que vayamos camino de convertirnos en ello?
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