14 de gener 2007

Carta al nuevo milenio, siete años después

LLEIDA IAN NABOURIAN

Después de tanto tiempo sin noticias de Dios, ahora parece hablar por cada una de las bocas de los transeúntes que atestan la ciudad, por cada una de las noticias gritadas por el presentador de turno de cada uno de los canales de televisión pública y privada...

Dios se manifiesta a través de las mentiras de los diarios, incluso se deja ver en las bombas que explotan en mercados, líneas de tren o aeropuertos...

Ahora que se acaba el año, cuando han pasado siete desde que se inició el milenio, ¿dónde han ido a parar las esperanzas “new age”, dónde está ese nuevo mundo que me prometieron en mi adolescencia? ¿Dónde ha ido a parar el fin de los tiempos del que habla el “Apocalipsis”? ¿Y, qué ha sido del Mesías que tenía que venir a redimir al hambriento pueblo de Israel? ¿Vendrá acaso ahora a socorrer a los sedientos hijos de Palestina? ¿Dónde quedaron tantos ommmm que debían de iluminar a todos los yoghis “noventeros”? Quizás se fueron al tan ansiado Shambalá que con tanta ansia buscaban.

Todo parece estar cambiando en el mundo, pero sus moradores humanos no suelen estar demasiado interesados en invertir su escaso tiempo en interiorizar un cambio de conciencia. Entonces, ¿qué es lo que va a cambiar realmente? Más tecnología, menos sentimientos, más comodidad para unos, más hambre para otros.

No me gusta sentir como un mero miembro de una de tantas tribus urbanas, aunque esta sea una tribu concienciada. No me gusta ser un número, un miembro más de la res social. No quiero ser, y de hecho no soy, uno de tantos que gritan en su juventud clamando por la justicia en el mundo, y que en la edad madura adoran al tótem del capital y al dios del olvido. No quiero ser un cosmopolita etnocentrista, un habitante cómodo de un mundo de sueños que todo lo olvida, al que todo allende sus fronteras les es ajeno. Pero tampoco quiero ser un ególatra que cree poderlo solucionar todo unilateralmente. Yo nada o poco puedo hacer, pues no soy más que una gota en un océano.

Con toda seguridad mi estado de confusión se deba a la niebla que cae sobre mi ciudad, y nada parece indicar que haya algo más allá de sus límites. El frío mantiene congeladas mis expectativas y adormece mis sentidos impidiéndome todo atisbo de objetividad. Tengo que salir de esa espesura para ver el mundo desde un “corner” y poder disipar las tantas dudas que me invaden. Quizás sólo así pueda vislumbrar y redescubrir el mundo. ¿Quién sabe? Quizás los ommm de los noventa permanezcan en nuestro interior, esperando a ser rescatados de nuestro shambalá mental…, quizás el Mesías de los israelíes se convierta en el mejor amigo de los palestinos…, y la nueva era se instale, tal y como me prometieron en mi infancia. Y quizás, con un poco de suerte y paciencia, pueda ver como Dios aparca el tan temido Apocalipsis y por fin después de más de un millón de años puede hacer sus maletas y tomarse unas ansiadas vacaciones...