04 de gener 2007

Receta para ser feliz


SANTA CRUZ DE TENERIFE ANA MENGÍBAR

No se si estaré en lo cierto cuando afirmo que tal vez el mayor problema que se tiene hoy, en este presente que vivimos, es la capacidad que hemos desarrollado para estar disconformes con todo.

Cuando el hoy por el que paseamos, no se parece para nada al futuro que planeábamos, a lo que queríamos ser o a lo que pretendíamos tener, nos hace sentir una sensación de fracaso que nos lleva a estar en desacuerdo con todas las cuestiones que nos afectan directamente.

Marisa hizo magisterio, se casó, tuvo dos hijos, pudo comprar un piso y ha llevado una vida tranquila, con rachas de felicidad y momentos problemáticos, como cualquier habitante de este planeta.

Ella quería dedicarse a la enseñanza, le seducía la idea de llegar a ser la maestra que los alumnos recuerdan siempre. Quería enseñar sus conocimientos y realmente tenía madera de profesora. Desde muy joven se enamoró perdidamente y fue correspondida, y los que la conocimos soltera sabemos que siempre quiso casarse, que pronosticaba tener de dos a tres hijos y que quería formar una familia. Ella se consideraba suficiente para atender la casa y trabajar y eso era lo que quería.

Recuerdo una vez que paseábamos juntas y ante un anuncio de venta de pisos, dijo: “¿podré yo alguna vez comprar un piso?”.

Recuerdo su expresión de felicidad cuando hacía planes para su futuro. La joven ilusión brillaba en su rostro siempre.

Y todo lo que soñó se fue materializando. Primero su título como maestra, luego su boda, después los hijos... Uno tras otro se iban cumpliendo sus deseos.

Mientras lo soñaba y lo tejía su voz sonaba feliz y su ilusión cada vez era mayor. Ahora, que ya vive en el futuro de aquellos años, uno tras otro rebate sus logros y cuestiona su vida. Le desanima el haber estado muchos años en un colegio en el que piensa que no dejó estela. Tiene unos hijos que no estudiaron y ella considera que fracasó como madre. El piso le resulta grande y alejado. Su matrimonio ha transcurrido como tantos otros y ella retiene en su recuerdo bastantes momentos difíciles, olvidando que vivió muchos otros felices.

Realmente creo que si Marisa un día diera la vuelta a su pensamiento y empezara a valorar que trabajó en la profesión que había deseado, que sus hijos, pese a no haber hecho carrera universitaria, son unos hijos excelentes a los que supo educar y logró que fueran, por encima de todo, personas. Que su marido toda la vida la ha adorado. Que comprar el piso fue un reto extraordinario que cumplió… Si fuera capaz de ser justa con su pasado y medirlo con sensatez, podría vivir pensando en lo feliz que fue siempre, y en lo feliz que es ahora. Pero Marisa, como la mayoría, ha desarrollado una extraordinaria capacidad para no estar conforme con lo que tiene.

¡Qué pena! ¿No creen que es bueno pararse a pensar cuánto nos ha costado lo que tenemos y compararnos sólo con nosotros mismos?

Desde que alguien, hace unos años, me animó a medir mi vida así, soy inmensamente feliz.