22 de maig 2007

Todos tenemos algún “pececillo” al que decir: “gracias por conocerte”

LLEIDA JOAN AURELLANO RAMOS

Seleccionamos a las personas que conocemos en nuestra vida por su posición, físico... Este caso es distinto mi “Gracias por conocerte” es para la persona que aparece un día en tu vida, y compruebas que su forma de ser, libera la aglomeración de pensamientos e ideas, que durante toda la vida has acumulado, hasta sentir que te asfixian, porque nadie entiende, y el miedo al ridículo ante una sociedad cerrada solo a sus bienes terrenales, te hace ser más introvertido. Entonces al encontrarte con ese “alguien” que comprende tu forma de pensar y de sentir, hace que no te fijes en su envoltura, llamémosla corporal. De pronto encuentras tierra donde puedes sembrar las semillas de tu yo personal, cual si fuera una inseminación espiritual. Se me ocurre una historia al respecto:

Es el relato de un viejo pescador, que cada día pescaba para su sustento diario, pero él deseaba encontrar un pez que fuese distinto, que alimentara algo más en su vida, quería un pez “alegría” para alimentar su espíritu.

No se distinguiría por su color, ni su tamaño. Sería un pececillo charlatán, pero con ganas de escuchar a los humanos.

Un día que el pescador estaba adormilado, sintió moverse su caña, se despertó sobresaltado- le tiraban del hilo, un pez revoltoso había picado el anzuelo, con rapidez lo sacó del agua, pero cual sería su sorpresa al ver que el pez entre sus manos le preguntaba ¿por que, entre tantos peces me tienes que pescar a mí?

El pescador asombrado, solo se le ocurrió decirle: No lo hago para comerte, vengo cada día en busca de un pez que dé alegría a mi vida.

El pececillo que no paraba de moverse entre los dedos del viejo pescador, contestó- y yo que alegría puedo darte?- si sólo soy un pez más entre los muchos del mar! Puedo ser tu amigo y escucharte, pero no demasiado rato o moriré si estoy fuera del agua.

El pescador comprendió que tenia razón, y mojándolo de vez en cuando, contó su vida todo lo deprisa que pudo, para que el pez no sufriera. Cuando se disponía a dejarlo en el agua definitivamente, el pez dijo al pescador – Me voy con tu historia al fondo del mar y la contaré a los que quieran escuchar. En ese momento el pescador sintió una alegría inmensa, de pronto su vida tenía sentido. El motivo era que acababa de contar su historia a alguien y lo había entendido.

El pez “alegría” antes de zambullirse en el mar oyó las palabras del viejo pescador que le decía: “gracias por conocerte, amigo” me has escuchado, y se que contarás lo que oíste. Aquí en la tierra mi historia no es comprendida, ni la quieren escuchar, están ocupados con noticias tristes, de muerte o inmoralidad, apenas si nos escuchamos entre nosotros.

La paradoja, es que el pez solo necesita el agua para existir y ser feliz, y el pescador, teniendo en sus manos todo el poder y la riqueza de la creación no puede vivir sin sentir la alegría del pececillo.

Gracias a todos los que saben escuchar haciendo tanto bien a la humanidad.