20 d’octubre 2007

Escuchando a Copland…

LLEIDA IAN NABOURIAN

Escuchando a Copland entiendo la verdadera esencia de la norte-américa primigenia. Su semilla era contradictoria, pero no dudo que originariamente la creencia de aquellos hombres de estar creando un nuevo hombre en un nuevo mundo era cierta aunque repleta de aquella inocencia que caracteriza a los jóvenes. En su “Fanfarria al hombre común” se puede ver la arrogancia de quien se siente joven y con toda una vida por delante. La fuerza de las trompetas que van jalonando la pieza anuncian la llegada de un nuevo ser, el otrora paria en otras tierras y hombre pleno en esa nueva patria. Me recuerda a los poemas de Whitman que siempre cantó al hombre sencillo, al constructor de caminos como hacedor de una nueva idea que cambiaría el mundo. Esa era la idea original y utópica. Finalmente en pleno siglo XX se vio los resultados desastrosos de ese experimento: Segregación racial, desigualdad social e imperialismo. ¿qué fue de los sueños de Copland, Whitman y de tantos otros, quién secuestró la palabra a “miss liberty”? El fracaso yace en el propio hecho de haberse constituido como nación, pues como toda estructura estatal acabó imitando los vicios de la metrópoli. En sus orígenes, no lo dudo, esta fue la tierra de los desheredados, de las almas cansadas y sedientas de libertad, pero poco a poco se fue olvidando ese principio para poder cohesionar una sociedad de individuos estandarizados. Todo pudo ser diferente sin la intromisión del cristianismo calvinista o de cualquier otra religión. Si los perseguidos de todos los colores, orígenes y creencias se hubieran entremezclado y hubiera triunfado la LIBERTAD y no la “libertad” (de mercado), asistiríamos a la mayor de las paradojas de la historia: salimos de África, nos extendimos por el mundo asentándonos en sociedades divididas por etnias, lenguas, culturas para al final acabar todos mezclados en un rincón del mundo, sintetizando lo más sublime del ser humano. Mas no fue así, quizás porque por mucho que nos esforcemos somos lo que somos, una ingente masa ávida de dejar de ser masa para convertirse en conjunto de PERSONAS y aquel no fue ni el lugar ni el momento, aunque lo creyera Whitman. Pero el viejo no habló tanto del presente como del hombre que ha de venir, y como exclama al final de su poema “Cosmos”:
“quien cree no solo en nuestro globo con su Sol y su Luna
sino en los otros globos con sus soles y sus lunas
quién hombre o mujer al construir su casa
no para un día sino para la eternidad
ve las razas, épocas, efemérides, generaciones.
El pasado, el futuro, moran allí, como el espacio
indisolublemente juntos.”
Quizás no sea este el lugar ni el momento, pero quedan muchos mundos por explorar fuera de nuestro planeta, quizás en otro mundo exterior en tiempos venideros podamos volver a tener la oportunidad de dar un nuevo sentido a nuestra existencia como grupo y conseguir mirarnos y convivir sin los viejos y consolidados prejuicios, para así convertirnos en UNO.