Taller de Memoria: un regalo para el Perú
PERÚ CARLOS ENRIQUE MONTALVÁN
El conocimiento de la verdad es un privilegio del ser humano. Nuestra condición de seres pensantes y dotados de una conciencia nos hace capaces de la reflexión, condición previa al compromiso. No obstante, el hecho que seamos humanos no nos hace conocedores de la verdad, pues debe existir una intencionalidad y una razón para llegar a conocer.
Nosotros católicos bautizados, tenemos una necesidad por conocer, por conocer a Dios y llegar a la Verdad. En ese proceso de develamiento van apareciendo diversas verdades, hechos comprobables en la realidad. El Taller de la Memoria es un trabajo en ese sentido: pensar dialogar y ser coherentes.
Nos encontramos en un tiempo de preparación, de espera. ¿Qué estamos esperando? El Cristo encarnado dador de vida. No hay mejor forma que la de encontrar la vida que en quienes la perdieron.
Quienes se quedaron sin un padre, de a quienes violaron a su madre, de los que esperan el día de los muertos y no saben a dónde ir a llorar. De los peruanos que vivimos de espaldas a la Cordillera de los Andes, de los ciudadanos que desconocíamos a los asháninkas, de los limeños que volteamos la cara a Villa el Salvador, de quienes pedían rabiosamente la pena de muerte.
Es contradictorio, pero la vida se encuentra también en la muerte. La vida está en el pueblo de Ayacucho que luchó contra Sendero y se defendió de los abusos militares, la vida está en los comedores populares dirigidos por los clubes de madres que, a pesar de las amenazas, siguieron alimentando a sus hijos aún a costa de su vida.
La vida está en el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación,
en reconocer las vidas de nuestros hermanos caídos y en generar interés por las nuevas vidas.
Es hermoso y emocionante recibir un regalo. Es hermoso también observar la sonrisa de quien lo recibe. Pero ¿cuál es el regalo que le hicimos a Perú en esta Navidad? Hacer un Perú mejor. ¿Y, cómo se logra?
El Taller de la Memoria es un regalo infinito para el Perú. Con orgullo recuerdo que lo crearon Cecilia Tovar y Mariella Bazán, quienes nos regalaron la posibilidad de conocer la verdad y dar a conocerla.
Necesitamos tiempo para seguir. Solemos explicarnos ante los demás aduciendo que “no tenemos tiempo”.
Pero un grupo de alumnos de colegio que cursan un grado muy difícil, que no tenían tiempo -igual que yo- necesitaban conocer el Taller de la Memoria. Y se hicieron un tiempo. Y solicitaron mi tiempo. Y me hice un tiempo. Y me dieron su tiempo.
En ellos ha quedado la tarea de seguir dando a conocer la verdad, la del Taller de la Memoria, la de la CVR, la de nuestra patria, la del Perú.
Dios quiera que la comunidad se pueda dar un tiempo para el Taller de la Memoria. Tal vez así, sin necesidad de irnos hasta descampados parajes o presentar proyectos de ley que permitan invertir millones de soles del presupuesto nacional, le podamos hacer un bien al Perú. Conociendo y dando a conocer para, finalmente, llegar a la verdad.
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